Borrador. Cuento corto sin título.
“De alguna manera me siento como
un extraño, me siento un inútil, una cucaracha”.
Erase una vez un reino de cosas
olvidadas, comida inservible y lugares recónditos. Ahí vivía penosamente un
grupo de nobles cucarachas, estas se limitaban a salir de paseo solo cuando los
demás habitantes dormían, así ellas no incomodaban con su presencia. También eran
muy serviciales ayudando voluntariamente a la infraestructura del reino,
construyendo viviendas y limpiando esas horribles manchas de Pinol o Cloralex.
Trataban de mantenerse pulcras y presentables a pesar de su condición de
cucaracha. Se conformaban con recibir las sobras que los demás seres económicamente
activos les dejaban.
Siempre perseguidas, siempre mal
vistas, siempre escondidas de todos. Si.
Los regímenes de este reino se
basaban mas en clases sociales que en las buenas o malas intenciones de los
habitantes, por lo tanto, uno de los principales asuntos en la agenda de
gobierno era la situación residencial de las cucarachas, ya que estas por su
gran tamaño abarcaban más terreno de vivienda. Así que nuestras cucarachas en cuestión
estaban cada día más nerviosas por la deliberación de este tema.
Nunca me han gustado los cuentos
largos, así que para no hacerles el cuento largo, les diré que esta sociedad
secreta que habita debajo de la estufa, en las esquinas de la alacena, en las
cajas de zapatos y todos aquellos rincones que rara vez frecuentamos, llego,
por unanimidad, al acuerdo de expulsar y/o exterminar a todas las cucarachas
del reino. Entonces, cada que un humano entraba a la cocina, las nobles cucarachas
eran aventadas a su paso para después ser aplastadas por un zapato gigante. Este
acto era repetido constantemente, hasta que los jueces del reino se dieron
cuenta de que las cucarachas ya no eran aplastadas, si no bañadas en una espesa
niebla que las hacia convulsionar y morir lentamente.
La moraleja de este cuento, para
no variar, sería que el Raid no solo mata cucarachas…
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