Primavera con todas sus esquinas rotas.
Así nomas de la nada decidió suicidarse, sin tanto protocolo, sin nota en la almohada, sin razón, fiel a la frase de Sabines: sin alborotar.
Tomó la 9 mm (y dale con la misma arma ¿acaso no conoceré otra?), la cargó con solo una bala mientras pensaba en todo lo bueno de la vida: sus amigos que lo estimaban, su desempeño escolar que todos reconocían, tantas chicas, tantos viajes, su familia que lo consideraban como el único chingon de la manada. Mientras se paseaba la pistola por la sien, miraba de reojo la televisión y se carcajeaba con las tonterías de Peter Griffin. En cuanto terminó Family Guy y pasaban los créditos, jaló del gatillo y cayó de lado en la sala. Aun sigue ahí la mancha de sangre. Determinación. Sinceridad. Autocontrol. Racionalidad. Egoísmo.
Me contaron que de los 40 a los 50, las personas son más propensas al suicidio, hay grandes cambios en tu vida y por todo mariconeas. La misma persona que me conto eso, nos platico (a mí y a mi grupo de pruebas de presión), de su compañero del doctorado: un tipo demasiado inteligente de 45 años con dos doctorados ya hechos y terminando el tercero. El día en que dieron los resultados de quien lo obtenía y quien no, a este tipo lo reprobaron e inmediatamente, mientras todos se abrazaban y celebraban, se dirigió al laboratorio de fluidos y colgó un lazo a la tubería de examinación de petróleo, para después colgarse el. Nadie sabe qué problemas traía en la cabeza, pero encontró el collar a su medida.
Foto: Jaime Llera/La Prensa
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