REVOLVER MEXICO. CAPITULO 2. LA CHICA DE LAS ZAPATILLAS ROJAS (1)
Susan fue la mujer más hermosa que conocí en toda mi vida, esta hermosura le valió convertirse en una de las mejores asesinas del país. Tenía un cuerpo de modelo, su cintura que incitaba placeres imaginarios, con esos senos tan firmes y redondos, ese trasero tan parado, su piel apiñonada, su cabello rojizo y sobre todo ese rostro, con ojos grandes y castaños, los labios delineados, su nariz respingada y esa frente amplia. Ella era realmente un angel, o tal vez un demonio en cuerpo de angel, por que a pesar de su exterior, por dentro era realmente una perra sin sentimientos y con la sangre helada. Demasiado helada.
Fue en el verano de hace tres años que la conocí en monterrey, me habían contratado para deshacerme del jefe del cartel de Nuevo Leon, se llamaba Alonso Herrera, ahora no lo recuerdo bien, pero ya no importa mucho, lo que si importa es la manera en que murió ese narco:
Eran alrededor de las tres de la tarde, hacia un calor insoportable, toda mi camisa estaba empapada de sudor y de mi frente corrían chorros, y ahí estaba yo escondido entre los arbustos, con mi sniper en mano esperando el momento justo para volarle la cabeza a Alonso Herrera, que aun no llegaba a su oficina. Pasaron varios minutos, que para mi fueron años, cuando a lo lejos se escucho una caravana de motocicletas que escoltaban una camioneta color guinda, indudablemente mi presa estaba llegando, inmediatamente desenfunde la sniper, apunte hacia la puerta de la camioneta esperando a que bajara aquel gordo barbon y botudo. Cuando se abrió la puerta y apenas un pie se había dejado asomar, se escucharon una serie de disparos estruendosos dirigidos hacia el jefe del cartel, mismo que inmediatamente cerro la puerta y arranco para huir, confundido por la situación busque inmediatamente de donde provenían los disparos: desde la azotea de un edificio se veía una figura delgada, de larga cabellera roja,
Desde una distancia considerable empecé a disparar, uno a uno, directo a la cabeza, ocho disparos, ocho muertos y volver a cargar. La sorpresa me la lleve cuando vi horrorizado a aquella persona de la azotea dejarse caer, pensé que era su fin y que mi esfuerzo por ayudar había sido en vano, pero no me percate del boungie que había improvisado y mientras caía disparaba su metralleta, pudo ejecutar a cinco zetas mas, en cuanto toco piso se desprendió de los lazos a los que estaba atado(a) y siguió disparando como maldito enfermo, inmediatamente corrí cerca para que supiera que estaba de su lado y lo logre, éramos dos en medio de una balacera. Y en ese momento me percate de algo que le dio un toque bizarro a la situación: mi compañero resulto ser una chica con medias negras y unas ridículas zapatillas rojas.
(to be continued)
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