un cementerio para los sueños
Manual para canallas Roberto G. Castañeda El Universal grafico Aquel hombre me pidió un cigarrito para calmar el frío. Su mirada era triste como el oficio de sepulturero. "Vine a empeñar un relojito que me habían regalado mis hijos", me platicó nomás de ganas. En automático miré hacia el frente para ver cómo la gente salía desanimada del Montepío. "Nada más nos falta empeñar el alma", añadió el abuelo. Quise decirle que esas ya no valen nada, pero sólo asentí con la cabeza. "Pero nos quedan los sueños, esos siempre serán nuestros". Fumé como si el cigarro guardara algún secreto. Pobre hombre, me dio ternura y tuve ganas de abrazarlo, pero sentí que me vería ridículo. "¿Y usted en qué sueña, joven?", me cuestionó. Me hubiera gustado decirle que así como él, soñaba con un país mejor, con una vida más tranquila, con ganarme el Melate o recibir una herencia, pero sólo me encogí de hombros. "¿A poco no tiene sueños?". Habría...